jueves, 9 de agosto de 2012

Hacia un arancel social

Los países que han proclamado las virtudes del libre comercio y sus principales impulsores han sido Estados Unidos y Gran Bretaña. Como dice Eduardo Galeano en su libro “Las venas abiertas de América Latina”, …la libre competencia en los mercados se convirtió en una verdad revelada para Inglaterra, sólo a partir del momento en que estuvo segura de que era la más fuerte, y después de haber desarrollado su propia industria textil al abrigo de la legislación proteccionista más severa de Europa. .. cuando todavía la industria británica corría con desventaja, el ciudadano inglés al que se sorprendía exportando lana cruda, sin elaborar, era condenado a perder la mano derecha, y si reincidía, lo ahorcaban; estaba prohibido enterrar un cadáver sin que antes el párroco del lugar certificara que el sudario provenía de una fábrica nacional”.


Y Estados Unidos no le iba a la zaga, y en el mismo libro citado podemos leer “En 1865, el general Ulyses Grant, -al poco tiempo Presidente de Estados Unidos- al finalizar la guerra de secesión afirmó: Durante siglos Inglaterra ha confiado en la protección, la ha llevado a cabo hasta sus extremos y ha obtenido de ello resultados satisfactorios. No cabe duda que debe su fuerza presente a este sistema. Después de dos siglos, Inglaterra ha encontrado conveniente adoptar el comercio libre porque piensa que ya la protección no puede ofrecerle nada. …. dentro de doscientos años, cuando América haya obtenido de la protección todo lo que la protección puede ofrecer, adoptará también el libre comercio”

Fieles a esa idea el Consenso de Washington de 1990 requería, entre otras cosas, la liberalización del comercio y del flujo de inversiones extranjeras directas, la desregulación y la privatización. A todo eso se dijo amén y el resultado es (en gran parte) lo que tenemos ahora.

En España no nos hemos preparado cuando había proteccionismo para desarrollar innovación y tecnología propia. Hemos estado más cómodos pidiendo a los extranjeros que nos diesen trabajo (desde fabricantes de automóviles y equipos auxiliares del mismo hasta consultoras, auditoras, empresas de publicidad, etc.) y no hemos pensado que quizá un día estas empresas que nos daban trabajo se podrían ir a otros lugares en los que encontrarían la mano de obra cualificada y los precios que en su día les había dado España.

No vendemos porque, al estar la economía liberalizada y globalizada, nos entran productos de cualquier parte del planeta con unos precios tales que nuestras empresas no pueden competir, teniendo en cuenta los salarios y condiciones sociales que tenemos hasta la fecha.

El pasado mes de julio dio una charla en Pamplona Willy Alfaro de la Organización Mundial del Comercio (OMC) diciendo que las medidas proteccionistas que se están aplicando en algunos países son parches que no solucionan los problemas de fondo. Pero lo que más me impactó de la entrevista publicada en D. N. es cuando a la pregunta “¿Qué hace un trabajador que se queda en paro por la competencia de los países emergentes?” Responde: “La apertura del comercio genera mayor crecimiento, pero también más competitividad, lo cual puede causar cierre de empresas. Esto debe combatirse dando formación a los parados para que encuentren trabajo en otros sectores productivos. Esa es la responsabilidad de los Gobiernos”.

O sea, la política de la OMC origina en gran medida el paro en España, y es el Gobierno español el que se tiene que espabilar para solucionarlo y además tienen la desfachatez de decir que los parados tienen que formarse para encontrar trabajo, como si la mera formación diese ya un puesto de trabajo directamente. No se qué pensarán los cientos o miles de universitarios que se están yendo, se suponen que están formados y si se van es porque a pesar de su formación tampoco encuentran trabajo.

La Banca sin dar crédito (primero salvarse ellos) y la globalización (permitiendo competir en igualdad a países con reglamentaciones desiguales) son dos factores importantísimos que está impidiendo que se creen empresas y, por tanto, puestos de trabajo de cualquier calificación.

¿Y qué podemos hacer?. Pues no digo establecer un nuevo proteccionismo, pues tiene mala prensa, pero sí establecer un “ARANCEL SOCIAL” que trate de ajustar los precios en frontera. Si China, por ejemplo, paga menos S.S., si no hay medidas de depuración o emisión de gases, si la jornada laboral es más elevada que la nuestra, etc. eso hay que corregirlo aplicándole a la entrada en nuestro país ese “ARANCEL SOCIAL”, para que, de esta forma todos compitan con cierta igualdad (la igualdad total es imposible). Esto no es nuevo, pues muchos deportes incluyen un handicap para que puedan competir distintas categorías en igualdad (golf, regatas, etc.).

Soy consciente de la dificultad de adoptar soluciones de este tipo. La presión de las empresas financieras y multinacionales que mueven libremente su capital de un país a otro buscando solamente su rentabilidad, aunque arrasen cualquier país por el que pasen, no lo van a hacer fácil. Pero lo fácil lo hace cualquiera ¿no?



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