Mucho se ha escrito sobre la crisis que padecemos. Parece que estos males vienen de aplicar las doctrinas económicas de la Escuela de Chicago, liderada por Milton Friedman.
Los puntos básicos de dicha doctrina son: Servicios básicos privatizados (eliminación del rol público del Estado), fuerzas laborables flexibles, gasto social reducido, liberalización total del comercio (que incluye el libre movimiento de empresas y capitales) y Bancos Centrales independientes.
Una discusión frecuente se centra en las ventajas de la gestión privada frente a la pública, pues se dice constantemente que la gestión privada es más eficaz y eficiente (como tanto se dice ahora) que la gestión pública, pero ambas tienen sus virtudes y sus miserias.
Es claro y evidente que en ambos sistemas existen ineficacias, corruptelas, etc. . Lo que ocurre es que se suelen ocultar y sólo son conocidas si, por los motivos que fuere, a alguien le interesa hacerlas públicas.
De toda una serie de puntos analizados, hay un punto clave a favor de la gestión privada y otro a favor de la pública.
La gestión privada tiene la ventaja de tener al frente gestores profesionales y empleados que se rigen por las leyes del mercado laboral, frente a la pública que tiene gestores políticos (que normalmente no han demostrado su valía como gestores de empresas) y funcionarios que tiene su puesto de trabajo asegurado de por vida, por tanto no suelen tener grandes motivaciones laborales.
Por otra parte la gestión pública tiene como objetivos el prestar un servicio social, pero sin descuidar el económico, frente a la privada que lo único que le interesa es conseguir un beneficio, pasando de objetivos sociales (lo de la responsabilidad social de la empresa hoy por hoy es una quimera).
Como el papel lo aguanta todo, propondría desde estas líneas una solución, quizá muy atrevida, para que la gestión pública pueda competir con la privada:
•Que los puestos directivos los ocupen profesionales contratados dentro del mercado laboral general
•Que los funcionarios dejen de tener ese estatus especial y tengan iguales condiciones laborales que el resto de los españoles (que, dicho sea de paso, son quienes les pagan).
•Que los políticos se limiten a ser el Consejo de Administración de las empresas, para controlar la gestión, marcar las políticas de la Empresa-Ayuntamiento-Gobierno.
De esta forma, veo un ayuntamiento -aplicable a un Gobierno autonómico o Gobierno nacional- como el de Pamplona, por ejemplo, que tendría un Consejo de Administración con un presidente (el alcalde) y unos consejeros (los concejales) que son quienes marcan la política del municipio en función de sus programas políticos, y un director general que es el ejecutivo de verdad y que puede ser de Navarra, de Andalucía o de Japón (“un figura”). Con una reunión del Consejo al mes estaríamos al cabo de la calle, y los concejales a su trabajo normal, pudiendo ser el alcalde (como presidente del Consejo de Administración) quien pudiese dedicarse a tiempo completo a su función para despachar con el director general.
Si el director general lo hiciera mal la solución pasaba por su sustitución. No se oculta que el salario de un profesional cualificado debería estar a la altura de las retribuciones que se pagan en el sector privado y no sujeto a las limitaciones de los políticos. Es en este terreno donde nos encontramos en un círculo vicioso. Al político le pagamos poco pues pensamos que “para lo que hace” ya cobra bien y por otra parte, no podemos contratar a gente de valía pues con lo que se les paga nadie querría venir a gestionar un administración pública.
La primera empresa privada de España creo que es Telefónica. Sería de ilusos pedir a su presidente que se hiciera cargo de la que sí considero que es la primera empresa que es el Gobierno de la Nación (España S.A.). Probablemente gane cien veces más y sin estar sometido a la crítica política. Es por ello que difícilmente se puede contar con gestores competentes, salvo que alguno lo haga con carácter altruista, una vez que haya solucionado su economía personal.
Nadie dejaría que una persona sin la preparación y conocimientos adecuados dirigiera una empresa. Al menos, yo no. Pues eso es lo que está haciendo con nuestras instituciones públicas. En la mayoría de los casos están dirigidas por personas que no tienen experiencia para gestionar sociedades de tal nivel…. Así nos va, pero ¿quién le pone el cascabel al gato…..?
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