Ya en el siglo XVI, había en Italia “Monti di Pieta” perfectamente arraigados, cuya finalidad era conceder crédito a la gente humilde a intereses no usurarios. Los Bancos son meros depositarios del dinero de la gente. Sin nuestro dinero no existirían. Su gestión ha de ser conservadora, y no deberían meterse en aventuras financieras que les puedan llevar a, en un momento dado, no poder devolver sus depósitos a los impositores. Por eso ahora se comenta mucho lo de que la banca era aburrida. Paul Krugman dice que, hablando de la experiencia de Canadá, “parece corroborar la opinión de que para que la banca sea segura tiene que ser aburrida, es decir, limitar la medida en que los Bancos pueden asumir riesgos”. Hace unos meses leí que Obama perseguía un sector financiero más aburrido, “más estricto y conservador”, decía el texto.
EEUU solía tener un sistema bancario aburrido, pero la liberalización de la era Reagan hizo las cosas peligrosamente interesantes y se comenzaron a diseñar una serie de productos que nadie los entendía pero que tampoco osaban decirlo por no parecer ser unos “carcas” financieramente hablando. Se primaba el corto plazo y se hacía lo que fuese para aumentar los resultados. Los primeros interesados en ello eran los altos directivos pues se beneficiaban directamente de unos sueldos y primas astronómicos que pagaba el Banco (o sea, los accionistas).
Recordemos las indemnizaciones percibidas por Amusátegui, Corcóstegui, Goirigolzarri y ahora las pensiones de Sáez y Botín (y eso de lo que nos enteramos). El que se les pague a dichos directivos esas cifras tan fuera de órbita la justifican (entre otras cosas) en que el Banco ha crecido en valor bursátil y por tanto los accionistas tienen sus títulos revalorizados. Eso es verdad pero, no nos olvidemos de que si un accionista vende sus acciones y gana un dinero es porque otro accionista se lo paga. Así pues el beneficio se lo proporciona el nuevo comprador, el Banco no suelta un euro.
Una directiva de un banco americano decía que tenían que pagar esas sumas tan elevadas porque si no, esos directivos, se irían a otras compañías. Yo me pregunto cuántas empresas en el mundo podrán pujar por directivos a los que se paguen esas cantidades.
Por otra parte los directivos de los Bancos y otras grandes empresas ¿vds. creen que son los mejores?. Pues yo no. Son simplemente los que están en ese puesto, y lo están por una serie de condicionantes, muchos de los cuales no son los de ser los mejores o los más honestos, etc. Puede ser porque son los que se ciñen a lo que les mandan de más arriba a cambio de, entre otras cosas, esas remuneraciones. Por tanto si se pagasen unos salarios acordes con la responsabilidad, pero no estratosféricas, no tengamos cuidado pues tendríamos una larga cola de gente preparada y honesta que podría dirigir perfectamente esas compañías sin percibir esas remuneraciones tan desorbitadas.
Con independencia de lo que hicieron, y siguen haciendo, lo grave del caso es que los Bancos (que gestionan nuestro dinero), son dirigidos por una pequeña élite de accionistas y directivos que, representando un pequeño porcentaje del capital, dominan las Asambleas Generales y como consecuencia nombran los Consejos de Administración. Se aprovechan de que el accionariado está muy diseminado, con lo que, con una participación pequeña, dominan toda la gestión.
Cuando ha llegado la actual crisis mundial, muchas entidades bancarias han tenido que ser salvadas por los Estados, con lo que se ha llegado a socializar las pérdidas y privatizar los beneficios.
Así pues, personalmente creo que el primer paso para enderezar el tema bancario podría ser que el Estado entrase sin ningún reparo en el accionariado de Bancos o empresas estratégicas, tomando posiciones que le permitan estar sentado en los Consejos de Administración para, en consecuencia, ser partícipe de las decisiones que se tomen en los mismos, y ello no con afán interventor o fiscalizador, como a buen seguro se le achacaría, sino como defensor de los intereses de los ciudadanos, pues una quiebra de un gran Banco o empresa estratégica, a buen seguro iba repercutir al erario público, como está sucediendo con los problemas de la banca en la actualidad. Una vez ahí, el representante del Estado estaría al corriente de las políticas del banco, del establecimiento de retribuciones a directivos, etc. (Obama estudia en convertirse en accionista de los bancos para desbloquear los créditos y dar confianza a los inversores..)
Y como no hay nada nuevo bajo el sol, cito dos párrafos de un artículo de Ramiro de Maeztu publicado en el diario El Sol en el año 1925.
“Un gran banco es exactamente el sitio donde una persona vana y superficial puede hacer infinito daño en corto tiempo y antes de que se le descubra. Si tiene la suerte de empezar en tiempos de bonanza, es casi seguro que no se le sorprenderá hasta que llegue la hora de los aprietos, y entonces harán falta cifras gordas para contar el mal que ha hecho.
Parecen palabras de hoy- cita Maeztu- escritas en España. Tienen más de medio siglo, y salieron de pluma inglesa”.
Y esta otra cita del mismo artículo que da en el clavo de la crisis inmobiliaria actual de España.
“El capitalismo no se desarrolla sino con el desarrollo de la riqueza. De nada sirve que aumente el valor de los solares. Eso no significa sino que tendrá que pagar más renta el inquilino y que venderá más caro el comerciante. Lo único que importa es que aumente y mejore la producción de cosas necesarias; pan, carne, legumbres, pieles, telas, casas y cultura. No tendremos banqueros de alto estilo sino cuando esta verdad se les haga evidente y entiendan que, en general, no deben fomentar otros negocios que los que tiendan a aumentar y mejorar la producción”
Saquen vds. las consecuencias.
jueves, 13 de mayo de 2010
El mus y la globalización
Me comentaron hace algún tiempo - no se si será o no verdad - que en el Hogar Navarro de Barcelona se reunían todos los sábados cuatro amigos para jugar al mus. Uno (Jordi) era funcionario de un Ayuntamiento, otro (Javier) era programador en una empresa de software, el tercero (Antonio) trabajaba en una textil próxima a Barcelona y el último (Paco) era jefe de almacén de una empresa de componentes del automóvil.
Un día Antonio llegó preocupado porque, según dijo, su empresa atravesaba serias dificultades debido a la fuerte competencia de los textiles fabricados en la India. “Claro, allí trabajan por dos duros y además tienen la posibilidad (cosa que no ocurría antes) de tener las mismas máquinas que nosotros, por lo que no podemos competir con ellos y sólo nos queda rebajarnos el sueldo”.
Los otros tres compañeros asentían pero internamente pensaban que lo de la globalización no estaba mal pues podían comprar ropa de diseño a precios muy buenos y que “no se le podían poner puertas al campo”.
A los pocos sábados el que venía hecho polvo era Paco, pues comentó que como resultado de la incorporación de los países del Este a la U.E. los fabricantes de automóviles y de sus componentes comenzaban a montar fábricas en Chequia, Hungria, etc., y, “como están dispuestos a cobrar cuatro cuartos” mucho me temo que mi empresa monte un ERE y me manden a la calle.
Jordi y Javier también asentían a lo que decía Paco, pero internamente les parecía de maravilla la globalización porque además de comprar ropa por cuatro euros, también podían comprar vehículos baratos y de calidad similar a la de los europeos (no como antes, que dejaban bastante que desear).
Un par de meses más tarde era Javier el que venía desolado porque su empresa la habían cerrado pues no había forma de competir con los precios del soft que ponían los indios y ahora los argentinos –que encima tienen el mismo idioma que nosotros-, con lo que el mercado español se decantaba cada vez más por estos últimos.
El Jordi callaba y asentía tímidamente, pero internamente se sentía seguro, pues el Ayuntamiento del que era funcionario seguiría en su sitio, su sueldo se incrementaría con el IPC o como mucho se congelaría, y si procuraba no “cargarse” al alcalde, tenía un puesto para toda la vida. Para él la globalización era un chollo, sólo le suponía ventajas.
A nivel individual cada uno vamos a lo nuestro, porque “qué podemos hacer”. Sólo nos preocupamos de lo que nos interesa individualmente y lo de los demás no nos preocupa, es problema de ellos. Pero cuando el problema lo tenemos nosotros y pedimos ayuda, nos vemos solos.
Así pues, con nuestra actitud egoísta, aunque entendible individualmente hablando, facilitamos el que se haya ido a una globalización brutal. El resultado es que, a corto plazo, a las empresas que han propiciado esa globalización les va muy bien, pero a la larga lo padecerán pues dónde van a vender la ropa, o los coches, o el soft, si la economía española se ha ido a pique y no hay poder adquisitivo para comprar nada de nada.
La globalización, en cuanto a salarios, no es sino un sistema de vasos comunicantes que hace que los bajos salarios de India o China hagan que bajen los salarios de España si se quiere competir con ellos, lo que, desde el punto de vista humano está muy bien, pero seguro que no pensamos lo mismo cuando por causa de ello nos vayamos al desempleo.
A todo esto, el Jordi tampoco está tranquilo, pues se comenta que van a poner de Alcalde a un ejecutivo procedente de una multinacional, que, ante la situación económica del Ayuntamiento, tiene previsto recortar gastos, eliminando funcionarios, externalizando todo tipo de servicios, incluso, se comenta, tiene hasta la idea de deslocalizar hasta el propio Ayuntamiento.
¿Y qué solución tiene todo esto? Pues francamente difícil, ya que en los entornos económicos mundiales siguen mandando los que defienden el libre mercado a todo trapo y algunas corrientes opuestas que optan por un cierto proteccionismo, son ridiculizadas por los primeros, aunque estas ideas sean defendidas por importantes personajes de la economía mundial.
¿Y a todo esto que hace el Estado español todo este tiempo?
Pues plegarse a los designios de las grandes compañías internacionales y grupos de presión y no defender los intereses de su País, pues según las teorías liberales el Estado no debe interferir en nada (salvo cuando hay que salvar el sistema bancario, o alguna empresa con miles de trabajadores –las pequeñas que se las apañen- pues si no montan un bollo).
Claro que una cosa es decirlo en este escrito y otra estar en el Gobierno, con todas las presiones de todo tipo que deben tener, pero entre una cosa y otra algo más podrían hacer. Sobre todo tener ideas propias y claras, que es lo que no abunda.
Un día Antonio llegó preocupado porque, según dijo, su empresa atravesaba serias dificultades debido a la fuerte competencia de los textiles fabricados en la India. “Claro, allí trabajan por dos duros y además tienen la posibilidad (cosa que no ocurría antes) de tener las mismas máquinas que nosotros, por lo que no podemos competir con ellos y sólo nos queda rebajarnos el sueldo”.
Los otros tres compañeros asentían pero internamente pensaban que lo de la globalización no estaba mal pues podían comprar ropa de diseño a precios muy buenos y que “no se le podían poner puertas al campo”.
A los pocos sábados el que venía hecho polvo era Paco, pues comentó que como resultado de la incorporación de los países del Este a la U.E. los fabricantes de automóviles y de sus componentes comenzaban a montar fábricas en Chequia, Hungria, etc., y, “como están dispuestos a cobrar cuatro cuartos” mucho me temo que mi empresa monte un ERE y me manden a la calle.
Jordi y Javier también asentían a lo que decía Paco, pero internamente les parecía de maravilla la globalización porque además de comprar ropa por cuatro euros, también podían comprar vehículos baratos y de calidad similar a la de los europeos (no como antes, que dejaban bastante que desear).
Un par de meses más tarde era Javier el que venía desolado porque su empresa la habían cerrado pues no había forma de competir con los precios del soft que ponían los indios y ahora los argentinos –que encima tienen el mismo idioma que nosotros-, con lo que el mercado español se decantaba cada vez más por estos últimos.
El Jordi callaba y asentía tímidamente, pero internamente se sentía seguro, pues el Ayuntamiento del que era funcionario seguiría en su sitio, su sueldo se incrementaría con el IPC o como mucho se congelaría, y si procuraba no “cargarse” al alcalde, tenía un puesto para toda la vida. Para él la globalización era un chollo, sólo le suponía ventajas.
A nivel individual cada uno vamos a lo nuestro, porque “qué podemos hacer”. Sólo nos preocupamos de lo que nos interesa individualmente y lo de los demás no nos preocupa, es problema de ellos. Pero cuando el problema lo tenemos nosotros y pedimos ayuda, nos vemos solos.
Así pues, con nuestra actitud egoísta, aunque entendible individualmente hablando, facilitamos el que se haya ido a una globalización brutal. El resultado es que, a corto plazo, a las empresas que han propiciado esa globalización les va muy bien, pero a la larga lo padecerán pues dónde van a vender la ropa, o los coches, o el soft, si la economía española se ha ido a pique y no hay poder adquisitivo para comprar nada de nada.
La globalización, en cuanto a salarios, no es sino un sistema de vasos comunicantes que hace que los bajos salarios de India o China hagan que bajen los salarios de España si se quiere competir con ellos, lo que, desde el punto de vista humano está muy bien, pero seguro que no pensamos lo mismo cuando por causa de ello nos vayamos al desempleo.
A todo esto, el Jordi tampoco está tranquilo, pues se comenta que van a poner de Alcalde a un ejecutivo procedente de una multinacional, que, ante la situación económica del Ayuntamiento, tiene previsto recortar gastos, eliminando funcionarios, externalizando todo tipo de servicios, incluso, se comenta, tiene hasta la idea de deslocalizar hasta el propio Ayuntamiento.
¿Y qué solución tiene todo esto? Pues francamente difícil, ya que en los entornos económicos mundiales siguen mandando los que defienden el libre mercado a todo trapo y algunas corrientes opuestas que optan por un cierto proteccionismo, son ridiculizadas por los primeros, aunque estas ideas sean defendidas por importantes personajes de la economía mundial.
¿Y a todo esto que hace el Estado español todo este tiempo?
Pues plegarse a los designios de las grandes compañías internacionales y grupos de presión y no defender los intereses de su País, pues según las teorías liberales el Estado no debe interferir en nada (salvo cuando hay que salvar el sistema bancario, o alguna empresa con miles de trabajadores –las pequeñas que se las apañen- pues si no montan un bollo).
Claro que una cosa es decirlo en este escrito y otra estar en el Gobierno, con todas las presiones de todo tipo que deben tener, pero entre una cosa y otra algo más podrían hacer. Sobre todo tener ideas propias y claras, que es lo que no abunda.
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